Parece absurdo que
me plantee las diferentes expresiones del rostro, pero el pasado fin de semana, mi sobrina de ocho
años me pregunto:
-¿tita, por que se
que el tito está enfadado si no ha hablado?
Al principio me reí,
porque pensé “en las cosas que piensa”, pero luego, viendo que ella esperaba
una respuesta, le contesté:
-Haber, ¿qué, te has
dado cuenta por la cara de enfado que tenia y lo serio que estaba?
Évelyn, que así se
llama mi sobrina, me responde:
-Por la cara de
serio y la boca tan chiquitita que tenia, como si estuviera apretando los
dientes y porque me ha mirado así (me frunció
el ceno para que yo comprendiera mejor lo que me explicaba).
Realmente, en ese
momento no le di demasiada importancia y le contesté de la primera forma que se
me vino a la cabeza (para salir del paso). Sin embargo, unas horas después, (yo
y mi manía de analizar las preguntas que me hacen cuando ya no tiene solución lo
que he respondido), me di cuenta que lo aprendemos desde pequeños.
Sé que es un poco difícil
analizar este método de aprendizaje que experimentamos de manera natural. Aun así,
quiero arriesgarme.
Cuando somos bebés, no
conocemos los sentimientos, sino que simplemente cuando tenemos hambre, nos
duele algo o queremos que nos cambien, lloramos. Por el contrario, cuando algo
nos es agradable o divertido, sonreímos,
incluso reímos a carcajadas. Esto no lo aprendemos, es decir, nos sale de
manera natural.
Sin embargo, con el
paso del tiempo, cuando vemos una cara sonriente, triste, enfadado, angustiado,
serio, inquieto…podemos darle significado. Y esto es, gracias a nuestra
capacidad de saber relacionar las emociones propias con las emociones de otras
personas.
Estas diferentes
expresiones no verbales son las que a diario utilizamos, y que para un educador
o trabajador social son muy importantes de transmitir. Ya que gracias a ellas
podemos emitir nuestro estado de ánimo y lo podemos contagiar según el caso.
Hay personas como
los niños autistas que no comprenden estas expresiones, por lo que habría que
trabajar con ellos para que, aunque no lo entiendan, al menos sepan relacionar
los conceptos de tristeza con la cabeza cabizbaja por ejemplo.
Con esto, quiero
hacer referencia no solo a las
expresiones faciales, sino también a los gestos que hacemos con las manos y a
su importancia en la educación social y con ello para la didáctica. Ya que,
mientras mayor sea la gesticulación mayor será también la transferencia de información
y con ella su comprensión.
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